miércoles, 4 de diciembre de 2013

¿Quieres mi opinión o tener razón?


¿Quieres mi opinión o tener razón?
Espe Or

Soñé que el ocaso de la tontera llegaba. Y fue maldita ilusión.
Existe un tipo social, hijo de la masa orteguiana todavía no sé cómo llamarlo, del que podríamos decir que vive detrás de la máxima: es más importante tener razón que la verdad. Niega, oculta y rechaza la verdad más obvia y encuentra argumentos plásticos con que doblarla, curvarla, ladearla. Y así conduce sus épicos pasos en el acontecer. ¿Os suena alguien?
De la verdad se ha hablado mucho, ¿verdad? Que no existe. Que sí existe y es múltiple, relativa, subjetiva, individual de esta los sofistas sabían bastante. Y que sí existe y es una, única, objetiva y universal. Últimamente oí incluso que es el sentido común. No es mala comparación, pero Aristóteles ya creyó que una piedra de mayor masa, que dejamos caer desde cierta altura, lo hace en menos tiempo que otra de menor masa, y tuvieron que pasar más de 20 siglos para que Galileo desplomara esa teoría del sentido común que el estagirita nunca comprobó. Yo me refiero, más bien, a actitudes, a esas verdades en las que si un niño llama gilipollas a su padre es un maleducado –entre otras cosas–.
De la razón también se ha hablado. Además de quienes la tienen y quienes no la tienen, están los que dan la razón a otros que creen tenerla, por mero servilismo, gregarismo, peloteo pueden resultar fastidiosos, por ejemplo, todos conocemos a ese amigo o amiga que cada vez que te ve o va a tu casa destaca concienzudamente lo guapa que estás con ese vestido azul aunque tú no estés convencida, lo bien que te sienta el corte de pelo, lo bien cuidado que está tu jardín aunque lo tengas lleno de arbustos y juguetes desperdigados del niño, pero sobre todo que no te dan trabajo porque no saben ver tus grandes cualidades, que te han echado de clase porque te tiene manía el profe o que llevas 4 años sin comerte un rosco porque el ambiente por el que te mueves no es el adecuado; y también están los que «quieren» tener la razón ¡estos son los peligrosos!, aunque ello no se corresponda con la verdad o la realidad.
La tontera de estos últimos llega al punto de convertirles en grandes políticos, quiero decir, oradores, manipuladores, recurriendo en muchos casos a argumentos del tipo «¿Y eso pa’qué sirve?», hablando de Picasso, o «Bueno, yo tengo un familiar en esa situación y…», como si de un caso se pudiera universalizar –aunque sí se generaliza a veces con acierto–, o «Yo he vivido eso y sé de lo que hablo», o el absurdo, violento  y dañino «Yo por mi hija mato».
Son esos que están aprendiendo una disciplina, por ejemplo, en la universidad y el profesor les habla por primera vez de un contenido que desconocían, y a los 5 minutos ya tienen una opinión formada. ¡5 minutos! Y levantan la mano para decir «Yo no estoy de acuerdo». A lo mejor el profesor lleva 5 años y ¡no se atreve a formular su opinión! Pero a lo mejor el profesor es idiota, claro, ¡puede ser! También los hay.
Un ejemplo práctico: profesor de arte y alumnos. «¡Pues pinta igual que mi hermano!», «Eso lo puedo pintar yo», «No son más que manchas», «Eso es arte porque alguien famoso o importante lo ha dicho, si no de qué», «Es una mierda porque no sé qué es». Es uno de los más habituales. Conclusión de un amigo y profesor: es verdad que el arte moderno por ejemplo tiene un aire de superioridad intelectual, lo que hace que el ignorante se sienta insultado solo con verlo.
Si quieres tener razón lo sueltas, vomitas todo eso y quedas de puta madre estés donde estés. Nadie entiende el arte moderno, ¿verdad? Por eso, mejor rajar de él y de sus partidarios, de los que lo estudian, lo trabajan, lo viven y lo sienten, antes de quedar como un ignorante, o antes de esforzarse por lograr entenderlo, o simplemente antes de creer al entendido por una cuestión de fe. ¡Porque querer ver arte donde hay manchas…!
Es lo mismo que el grupo de 35 alumnos de una clase, en la que suele haber un empollón1 o dos y un idiota2 o dos. Si el empollón levanta la mano y participa y pregunta y quiere «saber la verdad», entonces el idiota y todos sus palmeros le señalan despectivamente, ríen e insultan. Y si el idiota o algún fiel seguidor palmero insulta a alguien, se burla del profesor, molesta y distrae a compañeros y profesores faltándoles al respeto, se saca un moco o se tira un peo, entonces los palmeros y casi toda la clase ríen estupendamente, favoreciendo la continuidad de su líder; sí, el idiota, ese es el líder. Y ese no quiere la verdad, o sea,  saber que es idiota, sino tener razón: «El cole es una mierda, aquí no se enseña nada, esto es una cárcel, todos los que estudiaron están en el paro».
Y quién no ha visto a esa señora estupenda como la que yo acabo de ver en la cola de la farmacia, con un estupendo y abatible niño de 4 o 5 años, que toca  constantemente cepillos, jabones de aromas, cajas de pasta de dientes y preservativos, y se acerca la malvada e implacable farmacéutica y le dice: «¡Cariño, no toques eso que se rompe!», cuando realmente quiere decir: «¡Señora, espabile que el niño lo tira todo y como rompa algo lo paga!». A lo que responde la estupenda mamá «¡Es un niño!», pero queriendo parafrasear a los psicólogos de New Age: «Esta tía involuciona, no percibe que es un niño y juega e interactúa con el entorno y no debemos ponerles tantas barreras sociales y ser más empáticos con su inocente e imaginativa forma de obtener aprendizaje y crecer».
Recuerdo también el otro día en la cafetería en la mesa de al lado a un grupo de «adultescentes» valorando el programa La Voz, de Telecinco:  «Pues yo creo que las personas de color tienen mucha ventaja porque tienen una voz de iglesia y… Yo creo que no deberían dejarles ganar». «Tía, ¿qué dices?», espetó una con luces. Y después de un rato de gallineo imposible de descifrar: «Bueno, pues que concursen, pero no deberían ganar». Nuevo gallineo, y por fin la frase: «Bueno, oye, es mi opinión». No sé, creo que ponerme a contraargumentar para convencerte, lector, sería tratarte como un estúpido y si estás leyendo esto no lo eres.
Y si no las estadísticas. La última es la de la huelga en el sector de la educación. Datos de los sindicatos: 90% de huelguistas. Datos del Ministerio de Educación: 17%. A ver quién de los dos tiene razón. O a ver de dónde han sacado los datos cada uno. O a ver el periodista que ha informado si ha explicado de dónde salen. A mí en la radio me ha llegado así. Pero ninguno va a bajarse del burro, porque cada uno lo explicará según su verdad, o sea, según su opinión –confundiendo verdad con su dato estadístico–. Ya sabemos que en política este personaje, este tipo social, predomina como el que más. Todos tenemos a alguien que disculpa a su partido con barbaridades que si hubiera hecho el otro…
Y
avanzando
avanzando…
Yo te bautizo: Egódoxa.
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1Empollón. Según el DRAE: Dicho de un estudiante: Que prepara mucho sus lecciones, y se distingue más por la aplicación que por el talento.
2Idiota. Según el DRAE: Engreído sin fundamento para ello. Que carece de toda instrucción.

2 comentarios:

  1. Pfff, flipante la entrada. Tiene bastante que ver con lo que hemos hablado hoy.
    Luego me dices a mí de mis frases, pero con lo de "Egódoxa" me quito el sombrero! Jajajaja

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    1. Creo que el término recoge bien lo que sucede hoy. En Malformación ética Espe Or también arrima un poco el hombro hacia eso..., se ha vuelto muy común. El egódoxa campa a sus anchas.

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